Los hechos sucedieron el 28 de agosto de 1809. Las tropas napoleónicas cayeron aquél día sobre las localidades aragonesas de Echo y Ansó y Burgi. Era la Guerra de la Independencia. En el caso concreto de Burgi aquella acción militar se saldó con el trágico balance de 8 vecinos asesinados, 126 casas incendiadas y destruidas (incluida la iglesia, tres ermitas, el ayuntamiento y el molino), fueron robadas 50 cabezas de ganado vacuno y caballar, y más de 4.000 ovejas y cabras. La ruina fue total. Ese día Burgi empezaba desde cero una nueva historia. Sus vecinos, poco a poco, fueron levantando las casas y forjando un nuevo futuro.
Doscientos años después, Burgi volvió a vivir una jornada histórica. Convocaban los actos el Ayuntamiento y la Asociación Cultural “La Kukula”. El mismo día del aniversario, 28 de agosto, una conferencia del periodista Germán Ulzurrun situaba a los vecinos en las circunstancias históricas que envolvieron aquellos hechos. Al día siguiente, sábado, a las siete de la tarde cientos de vecinos de Burgi y de todo el valle, se concentraban en la plaza Tomás de Burgui. Las campanas de la iglesia marcaron el inicio con su “toque a incendio”; una larga comitiva empezó a recorrer las calles de la localidad. Abría la marcha la bandera de Burgi, y tras ella la corporación municipal presidida por su alcalde, todos ellos vestidos de roncaleses; le seguía la bandera del valle, portada por su secretario; tras esta, en fila, las banderas de los pueblos del valle, con sus respectivos alcaldes y una pareja de cada localidad, todos con la indumentaria tradicional. A continuación, las “milicias roncalesas” (jóvenes armados con fusiles y escopetas); tras ellos en riguroso orden decenas de parejas vestidos de roncaleses. Cerraba la comitiva la fanfarre izabar de la asociación La Kurruskla.
En la Plaza de la Villa se asistió a un emotivo acto de recuerdo y homenaje a aquella generación de burgiarres que tanto sufrió, y que partiendo de las cenizas fueron capaces de volver a levantar el pueblo. No faltó la escenificación de un alarde de armas, la participación de los gigantes y los dan -tzaris de Izaba, un minuto de silencio mientras las campanas tocaban a muerto, y el descubrimiento de una placa en recuerdo de lo que sucedió.